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Crítica

'Sangre y dinero' hace de la estafa del siglo en Francia un thriller de grandes personajes y contrastes

Los seis primeros capítulos de esta serie francesa están ya en Filmin. Los seis restantes, que cierran en caso y la investigación, llegarán en marzo a la plataforma

Madrid·Actualizado: 06.02.2024 - 05:02
Imagen de la serie 'Sangre y dinero', con el actor Vincent Lindon
Imagen de la serie 'Sangre y dinero', con el actor Vincent Lindon · Fotografía: Filmin

Si hubiera que definir qué es ‘Sangre y dinero’ en solo unas pocas líneas, podría decirse que se trata de un thriller apasionante sobre la picaresca de unos delincuentes de poca monta y un niño rico adicto al riesgo que pusieron en jaque al Estado francés aprovechándose de un mercado emergente como el del carbono frente a la obsesión de un servidor público por darles caza y desmontar su millonaria estafa. Esa es la trama central, basada en el libro escrito por el periodista Fabrice Arfi y que sirvió de punto de partida a Xavier Giannoli para construir su primera serie, que crea y dirige. Sin embargo, ‘Sangre y dinero’, cuyos primeros seis episodios están disponibles ya en Filmin, es mucho más que todo eso y va más allá del hecho real en el que se basa. Se trata de una miniserie cuya fortaleza reside en sus personajes –a través de los cuales casi se puede entrever un tratado sociológico sobre los distintos estratos sociales parisinos y sus singularidades– y consigue atrapar con una investigación en torno a algo tan volátil como el CO2.

‘Sangre y dinero’ se centra, sobre todo, en los años 2008 y 2009. En Europa han aprobado un impuesto al carbono con el objetivo de atajar el cambio climático. La idea está llena de buenas intenciones, pero, como se comprueba pronto, lo que se implementó como una manera de reducir el impacto medioambiental y controlar las emisiones de CO2 derivó en un mercado de bonos para poder contaminar. Básicamente: si una empresa tiene derecho a emitir equis cantidad de CO2 y no alcanza esa cifra, puede vender lo que le sobra a otra que ‘necesita’ contaminar más para mantener su ritmo de producción y no ser sancionada. Eso, que dicho así parece muy complejo de entender –porque lo es si no se está familiarizado con el mercado y la legislación– el guion lo cuenta de una manera tan didáctica como interesante sin caer en ningún momento ni en la pesadez ni en el aburrimiento. Cosa que no era sencilla, porque la historia que se trae entre manos Giannoli es harto compleja. Conducida de otra manera podría haberse inclinado del lado del tedio con facilidad.

Para sortear ese riesgo, lo que hace Giannoli es entregar el bastón de mando a los personajes, a sus motivaciones y sus circunstancias poniéndoles en el centro de un escándalo financiero mayúsculo del que aún hoy, más de una década después, se desconoce la cifra real del agujero que supuso para el Fisco galo. Así, unos estafadores de Belville, encabezados por Alain Fitoussi (Ramzy Bedia), y un broker, Jérôme Attias (Niels Schneider), se convierten en objeto de una investigación con ramificaciones internacionales. Los primeros son dos tunecinos como mucho de picaresca que llevan años estafando el IVA al Estado y ven en el naciente mercado de bonos de carbono una oportunidad de aplicar sus conocimientos a gran escala. Su socio, Attias, no deja de ser un niño pijo obsesionado con impresionar a su poderoso suegro y adicto al chute de adrenalina que le da el riesgo, sea este en forma de velocidad al volante, una partida de póker, la bolsa o, en última instancia, engañar al sistema creyéndose más listo que nadie.

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